miércoles, abril 03, 2013

Daniel Gayoso, poeta.



DANIEL GAYOSO nació en Buenos Aires, en 1957. Poeta, escritor y profesor en Letras, egresado de la Universidad del Salvador, ejerció la docencia universitaria en la UBA y también el periodismo. En poesía ha publicado El laberinto invisible (1988), Marea secreta (1998), Los ojos inversos (1999), La noche coral (2001), Astillado (2002), Magos y animales (2007), La astucia de la luz (2010), Sólo púrpura y Cielo en movimiento (2012), que se reúnen bajo el título común de Los Signos de la Presencia. Antología personal (1988-2012).
  Es autor, además, de La épica del no. Una aproximación semiológica a “Ciudad de pobres corazones” de Fito Páez y Destino, Destinación y Protagonismo. La mujer en los textos escolares en torno al  Centenario y los discursos de la última dictadura -ensayos premiados por la Universidad de Morón- y Los inmigrantes en la mirada de los poetas líricos argentinos, por el CFI.
  Varios de sus poemas fueron incluidos en la antología 200 años de poesía argentina (selección y prólogo de Jorge Monteleone, Alfaguara, 2010).








LOS SIGNOS DE LA PRESENCIA (Obra poética 1976-2012)


EL LABERINTO INVISIBLE (Ediciones de Poesía La lámpara Errante, 1988 / Prólogo de María Rosa Lojo)


Lección de anatomía

Inclinar la cabeza hacia atrás,
hacia muy atrás,
hasta perderla,
hasta que caiga por la espalda
y quede en el suelo
simulando un hombre
que ha sido enterrado hasta el cuello.
Después sentarnos sobre ella
y comprender así
los oscuros vientos del amor.



MAREA SECRETA (Ediciones de La Sociedad de los Poetas Vivos, 1998)


Nostalgias de mamá

Deseas hechizar el tiempo y convertirlo en una luz blanca y muerta donde aparezcan las otras luces: azules, rojas, amarillas, como suaves soplos coloridos brillando sólo para ti. Para ti que ya no eres grande sino apenas un niño que juega con las luces vivas. Sólo un niño jugando a la sombra de esa luz blanca y muerta.



LOS OJOS INVERSOS (Araucaria editora, 1999 / Prólogo de Pablo de Santis)


El navegante

Solos o en variados grupos, los paseantes deambulan. No los guía el azar sino un rumbo invisible de vaga procesión. Todo es sereno y afable hasta cruzar esa zona difusa donde el aire se aclara. Allí desaparecen. Pero nadie lo advierte, sólo continúan.
Quizás, en otro sitio, ellos vuelvan a ser y no recuerden.

                                                                                     

LA NOCHE CORAL (Ediciones La Luna Que, 2000)


El ajuar

El niño que has sido busca entre las ropas de su madre la aromada suavidad escondida. Severo, el mueble oscuro lo amedrenta, pero la mano olvida sus deberes. La ausente, cielo prieto, se respira como quien canta o sueña. Pero no es sueño, sin duda, ese uniforme: vivos signos sobre un paño muerto. Y la mano se aparta, por sí sola, de un ajuar que de pronto se ensombrece.



ASTILLADO (Ediciones La Luna Que, 2001 / Prólogo de Víctor Redondo)


Recodo de ciudad vieja

Donde la sombra pardusca y la vaguísima luz absuelven las miserias de una vida, allí nos encontramos. Apenas vivos, apenas despiertos, una misma caricia es de todos y nadie. Sólo sabemos que nada es real, pero estamos listos para el día. Como buenos actores, adoramos las cábalas, ensayamos libretos que a veces se olvidan. Después nos veremos, cada uno obstinado en soñar un destino, el azar, los recuerdos, la certeza de un nombre.



MAGOS Y ANIMALES (Ediciones El Mono Armado, 2007 / Prólogo de Daniel Battilana)


Duermevela

Entre las sábanas blancas y solas, te despiertas otro. Tanteas el metal de la forjada cabecera y vuelves sin nada en la mano borrosa. "Cabecera", "mano"... aún no son palabras; no hay luz para que las veas. Y entonces remedas torpemente: "No tengo el mando de mi cabeza". ¿Pero quién lo tiene? Buscas, luego, los cuerpos amados... Ah, sí... Sólo sábanas y espinas. Se aleja el vaso de la última gota, y tu ropa más fiel te aguarda lejos, en el frío y el pudor. Duerme, duerme... Hay más despertares antes de la luz.



LA ASTUCIA DE LA LUZ (Imaginante editorial, 2010)


Lo santo

Mira, me digo, esa luz rojiza. ¿Ves que ilumina desde abajo los altos y coposos árboles? No es el sol, ni el fuego, ni un gentil artificio. Sale de la tierra, de algún sendero en la errante neblina. ¿Sólo yo la veo?... ¿Acaso es para mí, una sombra?... ¿Por qué nadie viene a contemplarla? ¡Fulgor que animas cuando aún es de noche! Y me desvelo a solas, de silencio trémulo.



SOLO PURPURA  y CIELO EN MOVIMIENTO (Imaginante editorial, 2012 / Prólogo Eduardo Romano)


¿La mariposa?
de sus dos alas.
No digo ni el polvillo


El que ya viene
soy yo, que me demoro,
niño, en llegar.


De espaldas
soñadas, éste,
mi rostro.


¿Qué Libro 
salva, si cae
el cielo?



VILO

Todo podría 
demorarse un instante,
y aún cesar.
Si nada vive,
salvo el rumbo del ánima.


HUESPED

Pero ese niño
en mí, ya es animal
abandonado
que asusta o daña
la mano salvadora.